20 oct 2009

Un ensayo que escribí el último año del cole

-El siguiente es un ensayo que escribí para unas olimpíadas de letras hace 5 años aproximadamente-

Siglo XXI: ¿todavía un cambalache?

“¡Qué falta de respeto, qué atropello a la razón!
¡Cualquiera es un señor! ¡Cualquiera es un ladrón! (...)
(...) Igual que en la vidriera irrespetuosa de los cambalaches se ha mezclao la vida,
y herida por un sable sin remaches
ves llorar la Biblia contra un calefón...”

Cambalache, Enrique Santos Discépolo,
Bs. As. CEAL, 1981



Es cierto que algunas comparaciones son odiosas, pero más odioso es pensar que en el presente siglo sigan repitiéndose todos los hechos mencionados en aquellos insignes versos donde Santos Discépolo expresó su visión respecto de la sociedad del siglo pasado, y vaticinó que el problema ético que se presenta en las estrofas de esta reconocida canción se prolongaría hasta el siglo XXI, cuando decía “que el mundo fue y será una porquería ya lo sé... (¡En el quinientos seis y en el dos mil también!)”.

Cada vez que cierro los ojos e imagino ese “cambalache” que Discépolo me representó en sus versos se vienen a mi mente estanterías llenas de “personajes baratos”, ídolos de pies de barro y paradigmas mediocres de personas que trascendieron por casualidad, o simplemente porque al éxito cualquiera tiene acceso. Todos estos mezclados con héroes, santos, con grandes próceres, con luchadores de la vida o con seres que pasaron por este mundo dejando huellas difíciles de borrar. Todos al mismo precio y en oferta, accesibles, para que los clientes no se priven de comprar alguno y colocarlo en su mesa de luz; y también ultrajados, gastados, destruidos por las manos de quienes hacen de nuestra realidad mundana un absurdo trueque donde todos los cupones valen por la gloria, el éxito, el fraude, el trabajo, la corrupción, la discriminación y el engaño. En síntesis, la sociedad del presente siglo se me representa como una “tienda” en donde los clientes pueden comprar y al mismo tiempo vender sus “desperdicios” o, en el mejor de los casos, sus objetos de más valor.

Intento concentrarme un poco y por un instante dejo que mi imaginación empiece a volar. Me transporto a la vereda del Cambalache “Siglo XXI”, ése que Discépolo presagiaba en su canción, y me coloco enfrente de la vidriera donde se exhiben un caudal de personalidades, todas en oferta. Ahí puedo divisar una imagen de Bush sonriendo al lado de Juan Pablo II, quien en compañía de Osama Bin Laden adorna el estante más llamativo de todo el escaparate. Me sorprendo mucho al ver también una variada gama de personajes argentinos en liquidación, que van desde un Luis Barrionuevo hasta una Florencia de la V; y al costado, en un mismo estuche, observo una promoción de tres argentinos al precio de uno en la que se ofrece a Favaloro, Guido Süller y Fernando de la Rua en el mismo pack. Y también, casi regalados, puedo ver a Rímolo, Tinelli, Blumberg, Castells, y al ya agotado Juan Castro en un rincón de la repisa. Me pregunto qué pasará adentro y me doy prisa para abrir la herrumbrada puerta que conjuga con la fachada de ese lugar tan desequilibrado. Entro muy despacio para que nadie lo note y escucho sonar un popurrí de canciones de un grupo musical conocido como Pibes Chorros, cuyos discos sólo logran la aceptación de los clientes cuando terminan de descifrar la terminología empleada en aquellas letras que crean una especie de lunfardo moderno. ¡Qué locura este comercio! Me cuestiono por qué sigue habilitado en esas condiciones y bajo qué rubro estará clasificado en la Dirección General de Impuestos… ¿estará al día?. Una cantidad de cuestiones me sofocan, pero no tanto como el olor de este lugar que parece ser propiedad de alguien muy descuidado. Cuando atravieso todo el local hasta llegar al mostrador comienzo a golpear las manos como para que el dueño de esta tienda se percate de mi presencia y salga a atenderme, como corresponde. Pero lo único que consigo con mis golpes de manos es levantar un polvillo que me hace estornudar sin parar reiteradas veces. A pesar de los inconvenientes yo sigo insistiendo pero nadie da señales de vida. Quiero irme, porque el polvillo que se levantó está cada vez más insoportable, en este excéntrico lugar pareciera que no existe nadie, y esa música que no para comienza a darme dolor de cabeza. Salgo corriendo y me tropiezo con un Bill Gates y más adelante Rowling me guiña un ojo... pero sólo puedo detenerme a ver este cuadro, que ilustra un calefón antiguo donde se está quemando un libro. Alguien llora, pero no lo reconozco. Sólo reconozco el libro por una cruz que tiene impresa en su lomo, que pareciera que es lo único indemne dentro de aquel fuego. Después de pensar un rato en aquella imagen tan alegórica me retiro y, ahora sí, es para siempre.

Volví a la realidad. Estoy lejos pero muy cerca del Cambalache “Siglo XXI” y tengo la mochila llena de pensamientos que no dejan de rondarme. Ese viaje imaginario me hizo asociar muchas de las cosas que encontré en aquel lugar con la terrible realidad del mundo de hoy, con los hechos más cotidianos de la vida y con el inolvidable tango de Discépolo que mi abuelo solía escuchar interpretado por el polaco Goyeneche, y yo por Serrat.
Pareciera que los hombres en la actualidad no nos hemos dado cuenta de que el mundo no está bien. Los sistemas políticos, los bloques económicos, la globalización de la cultura podrían ser los nuevos agregados a las estrofas de Cambalache. Porque hay algo que está fallando en el funcionamiento del planeta pero a nadie parece importarle demasiado eso.
“...Pero no todo es malo... en este mundo...”, éste apotegma popular parece una frase ilógica y pasada de moda para muchos, aunque para otros (y cuando digo otros me refiero a los habitantes de nuestro país) es la última de las esperanzas de que la situación económica, política y social de este planeta se puede revertir con un poco de actitud positiva ante todos los conflictos que se presentan. Y es de aquí de donde deberían surgir los héroes: de los problemas tomados como desafíos. Éstos se caracterizan por ser personas valientes, despojadas, anónimas, luchadoras contra todas las injusticias y dispuestas a remar contracorriente buscando el bien común. Y creo que esa alteración del concepto de héroe motivó a Santos Discépolo a componer con tanta ironía y metáforas bien logradas una de las más grandes letras de entre los textos líricos autóctonos: Cambalache. Porque el autor no se sintió conforme cuando se colocaron en la misma vidriera a una gran mixtura de personajes, donde se mezclaron los héroes con los villanos, los sabios con los ignorantes, los morales con los inmorales, los grandes con los mediocres, y así una enorme lista de antagonismos.
Seguramente muchos ilustres personajes de la sociedad, de la presente centuria, se sentirían ofendidos si encontraran en venta sus imágenes en un mostrador al mismo precio y al lado de ladrones, delincuentes, mediáticos, violadores, corruptos, fracasados y “suertudos” a los que la vida se encargó de regalarles el mundo como una pieza de ajedrez para que movieran todas las fichas como quisieran. Eso es injusto. Pero también es democrático, sobre todo para algunos que no saben usarla, porque dar oportunidades es una actitud democrática y una forma de demostrar igualdad. ¡Qué loco!... Justicia y Democracia, dos palabras que creemos que son sinónimos no hacen más que contradecirse en el ambiente de todos los días. Éste es el enojo de Enrique Santos Discépolo: en el que se desvirtuaron los conceptos de héroes, en el que se tomaron malos referentes para crear doctrinas o ideologías, en el que a todo el mundo aparentemente le da lo mismo lo bueno y lo malo, y que a muy pocos le importó la pérdida de los valores humanos. Por eso el autor dice que “...vivimos revolcaos en un merengue y en un mismo lodo todos manoseaos...”
Sería bueno que recuperemos, o que intentemos buscar alguna vez, esos valores que construyeron y moldearon al mundo de hoy pero que no se quedaron con nosotros, porque pasaron de moda, porque nadie los conoce o simplemente porque da lo mismo cualquier cosa; y que planeemos un nuevo esquema de Democracia y nuevos conceptos de héroes. Sólo así el mundo, nuestro planeta, el lugar donde vivimos, la Aldea Global, el siglo XXI dejará de ser un Cambalache y podremos responder negativamente a la pregunta formulada en el título… Así sea.


Autor: Ricardo Martín Cabrera
Edad: 17 años

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